Ayer tuve la fortuna de coincidir con Luismi, uno de los socios de #digitalmeteo: un emprendedor de los que prefieren mantenerse en un segundo plano, haciendo posible que los proyectos florezcan mientras ejerce con brillantez su labor directiva en una gran multinacional.
Luismi no es asiduo a los blogs pero conmigo decidió hacer una excepción. El mismo día que tenía lugar el Congreso Nacional de Iniciador decidió echarle un vistazo a uno de mis posts y sus siguientes 24 horas le bastaron para devorar íntegros mis 95 días posteados 😉
Anoche nos encontramos tras la última edición de #innosfera y fue el momento perfecto para compartir varias reflexiones: él desde la experiencia de haber montado un montón de negocios viendo los toros desde la barrera. Yo, desde la experiencia de lanzar una única empresa, pero asumiendo plenamente el riesgo del torero -o tal vez el del toro-
«toda startup nace quebrada»: Efectivamente, constituyes una sociedad mediante la asignación de unos recursos fundacionales ( 3.012 euros en nuestro caso) a la consecución de un plan de empresa más o menos ambicioso. A partir de ese punto y a medida que comienzas a asumir los compromisos económicos necesarios para desarrollar el proyecto empresarial -alquiler de oficinas, contratación de trabajadores, financiación de equipos- llega un momento en el que las obligaciones de pago contraídas superan los derechos de cobro adquiridos. La empresa está tecnicamente en quiebra en sus primeros días de vida. Es entonces cuando comienza el verdadero reto del emprendedor: multiplicar los recursos iniciales lo suficientemente rápido como para que la merma diaria de activo que suponen los costes operativos no paralicen la actividad de la empresa.
Desde esa perspectiva de ‘empresa técnicamente en quiebra’ es lógico que el sistema financiero no quiera saber nada de las startups. Al menos ‘este sistema financiero’. Por eso adquiere tanta importancia la capacidad del promotor para obtener liquidez de su entorno inmediato (amigos, familiares, posible ahorro o patrimonio), mientras logra la magia de sacar cuatro de donde sólo había tres.
Por supuesto, esto no se aplica a aquellos emprendedores que arrancan bajo la fórmula de ‘autoempleo’ ya que no suelen asumir compromisos de pago con terceros y se limitan a esperar el tiempo necesario hasta cobrar sus honorarios una vez han prestado sus servicios. Por otro lado, su capacidad de crecimiento está limitada por las 24 horas de sus correspondientes jornadas.
La otra reflexión compartida, menos vistosa pero de mayores implicaciones, se refiere a la gestión del efectivo disponible: «la única forma de consolidar el fondo de maniobra es que el período medio de pago se iguale con el período medio de cobro«: El periodo medio de cobro, en las empresas de servicios españolas, supera los 45 días de media y si trabajas preferentemente con grandes cuentas y administraciones públicas, como es el caso de Agora News, entonces supera los 75 días de media.
¿Como igualar el período medio de pago a esos terroríficos 75 días de media de período de cobro? Está claro que las nóminas deben pagarse al contado. Y los suministros te los cortan a los 5 o 10 días de retraso (esas mismas operadoras que pagan a 180 días) ¿acaso el resto de proveedores deben aguardar 150 días a cobrar para promediar con los anteriores y de eso modo obtener esos 75 días de periodo medio de pago? Desde luego no es razonable y tampoco los proveedores de una startup estarían por la labor.
Entonces…¿dónde está el truco para preservar el fondo de maniobra? De nuevo, se trata de sacar cuatro de donde sólo hay tres: doblar el margen operativo de nuestra actividad, de modo que vendiendo quince en un mes en el que gastamos diez logremos apuntalar con beneficios adicionales un fondo de maniobra por naturaleza menguante.
Afortunadamente tanto a Luismi como a mí siempre nos gustó la magia de las matemáticas 😉